miércoles, 19 de septiembre de 2007

Cocinero, cocinero

Escuchando por casualidad este temazo interpretado por Antonio Molina (el mismo de “Soy minero”) me ha venido a la cabeza un suceso acaecido en un lugar ficticio en un tiempo indeterminado, de manera que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Las pruebas gráficas son una recreación virtual de lo allí debió de suceder.

Había una vez unos feriantes en un pequeño pueblo que compartían caravana, puesto que no les llegaba para una casa propia: Ignacio, Bautista, Manuel y Jerónimo. Normalmente, Bautista era el encargado de preparar la comida para los demás pero tanto él como Ignacio se habían ausentado por lo que Manuel y Jerónimo debían turnarse en las tareas culinarias.

Siendo ambos poseedores de múltiples habilidades (y excelentes gourmets), andar entre fogones no se encontraba entre ellas pese a que la noche anterior Manuel había sido capaz de meterle un limón a un pollo por la santa parte donde la espalda pierde su nombre, y cocinar al susodicho en el horno.

Por tanto, era el turno de Jerónimo, de profesión charlatán de feria y a quien en ocasiones tocaba agitar la escoba en el tren de la bruja mala. Imaginativo donde los haya, se dispuso a preparar un complicado plato del recetario mundial, una tortilla de patata, con el infortunio de que su cuasi nula práctica lo llevó a seleccionar la peor sartén de la historia de las sartenes. ¡Caramba! ¡No había quien diera la vuelta al engrudo que se había formado! De manera que de seis huevos y otras tantas patatas hermosas que debían suponer la cena de esa noche surgió un zurriburri alimenticio desolador.

Jerónimo, desalentado, temió por su vida imaginando cuál sería la reacción de Manuel, mundialmente conocido por su voracidad. Por tanto, no le quedó otra que intentar preparar otra tortilla, y como el que la sigue la consigue esta última salió digna de ser ingerida.

Pero bueno, no se piensen que Jerónimo tiró la primera tortilla, hubiese sido un insulto para todo lo que solía pregonar acerca del hambre del año 40. Dicen que no estaba tan mala.

P.S.: La cena mejoró con un delicioso postre que incremento notablemente el nivel de felicidad de Jerónimo.