sábado, 26 de mayo de 2007

100 años del Duke

Hoy se cumplen 100 años del nacimiento de uno de los más grandes del cine, John Wayne. Algunos me tacharán de exagerado y dirán que era un mal actor; otros lo repudiarán por su ideología ultraconservadora, pero una carrera estelar de más de treinta años (sin tener en cuenta los tiempos de las decenas de películas de serie B que le toco interpretar) no la puede tener un intérprete mediocre.

Fue capaz de crear un personaje, con menos matices al principio y tremendamente consolidado al final; un personaje que estaba por encima del género que abordase. Varias películas memorables me vienen a la cabeza y, si alguien tiene un poquito de gusto por el Hollywood más clásico y no tiene visto alguno de estos títulos, allá van unas pequeñas recomendaciones:
-En los westerns, la lista podría ser interminable, pero por escoger cinco me quedo con ‘La Diligencia’ (inicio del matrimonio Ford-Wayne y aparición de ese escenario natural legendario que es el ‘Monument Valley’), ‘El Dorado’ (espectacular remake de “Río Bravo”, corregido y aumentado, acompañado de Robert Mitchum y James Caan, Sony Corleone en ‘El Padrino’), “El hombre que mató a Liberty Valance” (con otro de los enormes, James Stewart, y con Lee Marvin haciendo de malo maloso) y Río Rojo (espectacular duelo interpretativo con Montgomery Clift). Por su puesto, falta la más grande entre las grandes, ‘Centauros del desierto’: ¡qué escándalo de película con ese tío Ethan saliendo con su andar tan característico por la puerta!
-En el resto (que John Wayne no hizo sólo westerns), dos auténticas maravillas: “Hatari!”, película de aventuras y safaris, y por su puesto, una historia bella en la verde Irlanda con ese pedazo de pelirroja que era Maureen O’Hara, “El hombre tranquilo”.

Si alguien tiene fe en mi gusto cinematográfico y no tiene vista ninguna de estas películar, que se agencie alguna/s, se coja un pozal de palomitas en una tarde de lluvia y disfrute de este placer. No hace falta Dolby Surround, sólo ganas de disfrutar.

Por cierto, se llamaba Marion Morrison. Gracias a Dios se cambió el nombre.

domingo, 20 de mayo de 2007

Naufragando bajo la lluvia

Gene Kelly habría disfrutado en la Romareda: esa lluvia, esos charcos, esa farola a la que agarrarse (Pino Zamorano). Los nuestros parecían de secano: intentaron montar un castillo, pero ni tan siquiera hicieron el castillo en el aire como Alberto Cortez, sino que montaron un triste castillo en la arena, sin foso ni puerta levadiza que lo protegiese, de manera que con la primera ola, el castillo se vino abajo.

Quince minutos duró la contienda. El Athletic voluntarioso, intentando salir rápido a la contra sin desguarnecer la defensa. Pero, a quien vamos a engañar a estas alturas de la película, somo como Pierre Nodoyuna. Un mazazo, dos mazazos... ¡gol de Aduriz! Nos encomendamos a la virden de Begoña.

¡Penalti! Es clamoroso. Lo hemos visto mi madre, mi hermano, yo y el sofá, lo ha visto el de Radio Euskadi y hasta en la SER lo han visto (no cuento a Poli Rincón, por razones evidentes). Pero ahí está el factor X, ese árbitro que tiene algo especial para no ver penaltis de libro ni faltas que rompen la pierna por cinco partes distintas.

Cuidado con la contra, ya no vale lamentarse; ya tendremos alguna otra para emp... Gol del Zaragoza. Otra vez con el culo al aire. 3-1 y el partido tirado a la basura. Bueno... vamos a ver si ensayamos algo para otro partido. Venga... jugadas a balón parado. ¡Qué golazo de Murillo! Lástima que se equivoque de portería.

La segunda parte, a título de inventario. Puede llegar el quinto y el sexto, como en las corridas de toros. Sin embargo, metemos dos, uno de penalti donde César debió ser expulsado. En diez minutos más nos quedamos a la orilla del milagro... y Pino Zamorano pita antes de que dé la horilla. Es una estrategia de Villar, para que no se vea tan claro cómo nos favorecen los árbitros.

Y esta tarde a rezar: lo único que podría salvarnos es una alineación indebida de la Real y el Celta a la vez.

Las primeras palabras de mañana están claras: “Javier, ¡mal!”.

Ya es muy tarde (2)... o engordar para morir

Dos horas pegado a la pantalla del ordenador viendo la insulsa página de la Liga Asobal. Una victoria en Granoller. ¡Bien chavales! Bazan garaia! Pero, sin embargo, resulta un esfuerzo baldío, como la semilla que el sembrador salió a sembrar y cayo en terreno estéril.

El Bidasoa está obligado a ganar al CAI Aragón y a apelar al milagro en el Universitario de Pamplona. Puede que el Portland tenga la Liga perdida para cuando se celebre ese partido, incluso puede que el próximo fin de semana estemos ya en División de Honor B, pero si nos jugamos algo en Pamplona y caemos por una vez, y sin que sirva de precedente, no podré echarle la culpa a Zupo.

Tengo malísimos recuerdos de mi única visita a Pamplona. Yo era un chaval (como ahora) menor de edad y tuvimos la bonita idea de hacer una visitilla al pabellón Arrosadía. El ambiente, espectacular, con un público entregado y bastante faltón. Por entonces, el Bidasoa era un grande y a San Antonio no había llegado el dinero fresco de los cementeros. Allí había un ídolo, uno de los más grandes en la portería, Sandru Bulligan. Espectacular el fervor con el que los parroquianos aclamaban cada acción del guardameta rumano (esto me recuerda una cancioncilla); ya empezaban a subírsenos a las barbas: 26-26. Por cierto, ese mismo día Abraham Olano ganaba una contrarreloj en la Vuelta a España.

Abraham y Bidasoa, ¡cómo pasa el tiempo!