miércoles, 1 de febrero de 2012

Recuerdos de una semifinal

Nota: Este post se debería haber publicado ayer, pero no se puede llegar a todo.

31 de enero de 2002; estadio Santiago Bernabéu; minuto 3 de la segunda parte: balón denro del área, Alkiza remata con la izquierda y la manda fuera en la mejor ocasión del Athletic, que empata a cero hasta el momento y acaricia el pase a la final de Copa. La marea rojiblanca desplazada hasta Madrid grita desde el tercer anfiteatro: ¡Athletic! ¡Athletic! Minutos después marca el Real Madrid. Todavía caerán otros dos. El viaje de vuelta transcurre en silencio sepulcral.

La eliminatoria había comenzado una semana antes y tuve la oportunidad de presenciar los dos encuentros constituyendo una de las experiencias futbolísticas más inolvidables que he tenido. Recuerdo especialmente el partido de ida. 1 hora antes del comienzo del match el ilustre Sergio Brau (gran periodista invidente, buen jugador de mus y mejor persona) y servidor de ustedes, estaban apostados en la cabina de Canal 11, con las gradas vacías y las luces del campo sin encender. Entrar en San Mamés siempre me ha producido un cosquilleo especial: pasar por el torno de la puerta 7, sus escaleras interiores, el acceso por los vomitorios para trepar por las empinadas escalerillas donde cohabitan localidades en banco corrido con las cabinas de radio, sentir que estás colgado sobre la línea de cal con un perspectiva increíble y el arco que sujeta la Tribuna Principal al otro lado.

El Real Madrid de Zidane era claro favorito y haciendo honor a tal condición se adelantó en los primeros minutos. La Catedral enmudeció viendo como sus esperanzas de clasificación para el último partido de la competición otrora coto donde los leones reinaban se esfumaban. Sin embargo, la emoción y la intensidad rojiblancas crecieron y dos zarpazos de Etxebe (golazo por la escuadra) y Urzaiz hicieron que 40000 gargantas estallaran y se rompieran al unísono. El bullicio era tal que no se podía oír a alguien que estuviera un metro más allá. Todavía escucho con cariño y emoción la narración del partido y de los goles (¡qué jovenes e inocentes éramos) que cantábamos a dos voces dejándonos el alma.

Con un 2-1 a favor poco importaba que coincideran el mismo día un examen de Interconexión de Sistemas Abiertos, un cumpleaños y el partido de vuelta. Estaba claro que éste último ganaba por goleada (total, convocatorias para aprobar había seis, cumpleaños muchos más y partido uno solo), por lo que el Continental matutino nos vio partir rumbo a la capital del Estado (esperando llegar de allí al cielo). No exagero si digo que de las 55 plazas del autocar, en más de la mitad iban corazones rojiblanco. La parada preceptiva en Lerma para reponer fuerzas nos permitió poner la radio para escuchar la última hora de la previa. En el autobús maquinábamos la estrategia que hiciera ganar al Athletic por lo civil o por lo criminal (¿de haber estado de inalámbricos, habríamos saldado al césped en el último minuto para frenar una contra si hubiera sido necesario, chato?). Ya en Madrid, las horas pasaron volando y tras dar la vuelta completa al Santiago Bernabéu (francamente impresionantes, si señor) nos dispusimos a ocupar nuestros asientos. La ilusión que brotaba en cada conversación en el corrillo de periodistas hacia que nuestra fe y esperanza creciera por momentos.

Sin embargo, todos sabemos como acabó el cuento. Pero aquí estamos otra vez, porque el fútbol nos debe una como me decían ayer. Por eso, y por no perder las buenas costumbres (o porque soy supersticioso), hoy toca noche de fútbol en familia, bocata de tortilla y sufrimiento a partes iguales. Han pasado 10 años en los que hemos ganado en sabiduría y templanza (que ya es hora, que hemos llegado a la edad de Cristo), pero sin perder un ápice de ilusión, locura y romanticismo. Espero dentro de 10 años contar que esto fue el principio de la conquista de la 25ª Copa.