lunes, 25 de mayo de 2009

Tacita de hiel

Para los que se siguen guiando por el calendario litúrgico ayer la Iglesia celebraba la festividad de la Ascensión y servidor, que no es que sea supersticioso, pero si observador pensaba que eso tenía que ser cosa del destino, que eso tenía que suponer el ascenso del Unión a Segunda, con una victoria como la que en el primer play-off de ascenso se consiguió en Lanzarote otro domingo en que se disputaba al igual que ayer el Gran Premio de Mónaco de Fórmula 1.

Por tanto, había que preparar el día convenientemente, hojaldre de Aguirre para el postre, turutas tuneadas de txuribeltz, camiseta, bufanda, himno a todo trapo para coger fuerzas y descenso en kalejira a los sones del Aupa Unión! en perfecta armonía con parte de la afición cadista. Esto también es parte de las costumbres, bajar al fútbol andando, tranquilo, encontrándote con la gente que va confluyendo hacia la Avenida de Iparralde para divisar finalmente la visión del otrora glorioso y vetusto, hoy seminuevo y mal hecho Stadium Gal.

Todo dispuesto, el campo casi lleno una hora antes con cierta sensación de sobreocupación tanto en la grada como en el palco, con mucho chupóptero de por medio, como decía el gran José María García. Esto es inusual en el Stadium, habitualmente ocupado por un público frío, cuasi-glacial; y más inhabitual todavía fue el recibimiento a los jugadores, un clamor nunca antes visto en la desembocadura del Bidasoa.

Por tanto, con estos precedentes todo apuntaba hacia una tarde histórica. Y sin embargo, pasó lo que pasó, que los actores no acertaron el papel que todos les habíamos asignado en esta historia. Los unionistas volvieron a actuar por segunda semana consecutiva como intérpretes de película de serie B, en la que ni los malos son malos-malísimos de esos que da pura gloria verlos, y de los buenos de serie B mejor ni hablar. Con esto, un Cádiz que sí que se traía aprendido el guión (el partido que no se podía jugar) y un árbitro con ideas preconcebidas desde el minuto uno, las gafas de John Lennon que adornaron el luminoso hasta el final fueron el triste final de una tarde desapacible en lo climatológico y en lo futbolístico. Fue como pegarse un festín, tener un banquete de estos que necesitan sobremesa de tres horas, y que te agüen la fiesta con una tacita de hiel en lugar de con un buen café y una buena copa.

Pero bueno, la vida sigue y el no-sorteo de esta tarde nos lleva hasta Sabadell, a otro campo histórico como la Nova Creu Alta. Mientras hay vida hay esperanza y todos queremos repetir lo de ayer por la tarde, pero esta vez por favor, que el café sea bueno.