martes, 2 de septiembre de 2008

Volver a empezar... mal (o “La apasionante aventura de encontrar tres peores que los nuestros).

Sólo con el título se puede adivinar que toca hablar del Athletic. La verdad es que tampoco hay mucho que decir: muchos dirán que se veía venir después de la marejada de la última semana, otros dirán que el equipo no ha llegado fresco después de tantos partidos y tantas idas y vueltas y que para esto no hacían falta ni preparadores físicos de fuerza ni nutricionistas con potitos mágicos.

Es la eterna historía de pasar del cielo al infierno o viceversa en menos tiempo de lo que tarda un coche de carreras en pasar de 0 a 100 km/h. Lo que es seguro es que estas dos semanas sin fútbol de Primera División se nos van a hacer más largas de lo debido.

Sin ganas de hacer análisis sesudos, hoy mi cuerpo pide por una vez una ración de ventajismo. Es una de los tipos de persona que menos me gusta, la persona ventajista, pero dicen que quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón por lo que no haré una penitencia demasiado grande. Después de la desidia con la que Yeste lanzó ayer el penalti que pudo meter al Athletic en el partido es un buen momento para ser ventajista con alguien que gusta de jugar con baraja trucada, de imponer las reglas y de picarse con llevarse el Scatergoris. Habrá que decirle al de Basauri que si hubiera estado Aduriz y si hubiese lanzado el penalti quizás otro gallo nos cantaría.

Por ello, me van a permitir la licencia de hacer una transcripción literal del artículo firmado por Jon Agiriano en El Correo Español el pasado viernes. Pese a que no suela estar de acuerdo con el señor Agiriano en la mayoría de las ocasiones, por una vez y sin que sirva de precedentes, hago mías sus palabras.

Puestos a perder ilusiones año tras año, por lo visto los aficionados del Athletic ya ni siquiera tenemos derecho a la ilusión más básica de cualquier hincha de infantería: la de creer que la temporada venidera va a ser mejor que la anterior, que el equipo va a progresar y el futuro llegará cargado de satisfacciones. Era algo en lo que todos creíamos (o queríamos creer, con nuestra inocencia blindada) hace tan solo unas semanas, pero los últimos acontecimientos han enfriado hasta los ánimos más vigorosamente optimistas.

Lo cierto es que el jarro de agua fría no ha podido ser más desagradable e insospechado. ¿Alguien podía imaginar que, a tan solo tres días para el estreno liguero, íbamos a estar enzarzados en una polémica de consecuencias impredecibles por la venta de un jugador? Pues bien, en esas estamos, incorregibles, tropezando de nuevo con piedras ya conocidas, como si la experiencia de campañas anteriores, cuando comprobamos lo peligrosos que pueden resultar los malos rollos internos, no sirviera de nada. ¿Será que no tenemos remedio?

Reconozco que he llegado a un punto en que no entiendo nada. Desde luego, no alcanzo a entender la venta de Aritz Aduriz, ni que, desde el club, desde una directiva que se está apuntado tantos importantes en su gestión económica y lo último que necesitaba era meterse en este berenjenal, se asuma con una naturalidad pasmosa la pérdida de un jugador tan importante, de un futbolista, el segundo delantero del equipo no lo olvidemos, para el que no existe un recambio de garantías. Ni existe, ni se le espera. Está claro que los errores del pasado no son materia lectiva en esta vieja institución. Desde luego, no aprendemos de ellos. Hace tres años, por estas mismas fechas, los jugadores del Athletic comenzaron la temporada con un convencimiento letal del que no pudieron desembarazarse: habían perdido a Del Horno y a Ezquerro, y sabían que eran objetivamente peores que la campaña anterior. Y ya vimos lo que sucedió. Algunos todavía tienen el nudo en la garganta. Pues bien, este año, salvando las distancias que se quiera, ocurrirá algo similar. Nos faltan Del Horno y Aduriz. El equipo es peor que el del año pasado, de modo que se hace muy cuesta arriba confiar en la progresión por la que todos suspiramos.

Existe ahora, además, un problema añadido. Y es que, por lo visto, no sólo hemos perdido dos futbolistas sino también la sensatez y el respetuoso comedimiento de los que los jugadores del Athletic siempre han hecho gala, en las duras y en las maduras. Pero los tiempos han cambiado. Una barbaridad. Ahora no empatamos con nadie, pero tenemos estrellas de relumbrón como Fran Yeste que sólo hablan con la prensa cuando les viene en gana y que, en vísperas del primer partido de Liga, se permiten lanzar andanadas contra la directiva por un traspaso y contra el cuerpo técnico por su programación de la pretemporada. Vamos, que si no era suficiente con el fuego que estaba ardiendo, ahí tenía que aparecer el crack de Basauri con un bidón de gasolina. ¿Acaso no es como para deprimirse?

lunes, 1 de septiembre de 2008

La familia no recibe

No, no estoy deprimido. Sólo estoy un poco cabreado como un mono. Dejar las vacaciones y empezar con dos exámenes, uno por la mañana y otro por la tarde, no es el mejor plan que a uno se le puede ocurrir, qué quieren que les diga. Por tanto, el lema de hoy es el que titula este post, significando que servidor mantendrá su cortesía habitual en el trato, pero de ahí en adelante poco más. ¿Por qué?

En el rincón rojo (aprovechando que ETB va a emitir el ciclo de Rocky): casa, familia, peliculitas, música, sofa, jaki goxua, ... en definitiva, felicidad.

En el rincón azul: Mondragón (y no voy a particularizar para que nadie proteste por alusiones), en definitiva, Mondragón.

Está claro que el vencedor por K.O. aplastante está en el rincón rojo.

Me he quedado con ganas durante el periodo vacacional de hablar de infinidad de temas: de la Expo de Zaragoza (le deberían cambiar el nombre y ponerle Fitur), de la visita a Huesca, de la Carmen de la Quincena Musical donostiarra, ... pero resumiremos en cuatro momentos.

1. Huesca y alrededores. Un gran anfitrión (en sentido literal y figurado) nos organizó una estancia corta pero intensa donde aprendimos algo sobre el Reino de Aragón, Doña Petronila y sus parientes, visitamos el castillo de Loarre donde Ridley Scott rodó “El reino de los cielos” protagonizada por Orlando Matamoscas y donde me di el gustazo de sonar casi en Dolby Surround, y pudimos saborear la carne asada de la tierra preparada por la santa madre del anfitrión (para haberle aguantado treinta años tiene que ser una santa).


2. Nacedero del Urederra e inmediaciones. Paraje extraordinario a tiro de piedra, donde hasta los más torpes como un servidor, pueden reencontrarse con la naturaleza y la paz.
3. Kantaldi de Benito Lertxundi dentro del Bidasoa Folk Festival. El 23 de agosto en el frontón Beltzenia de Hendaia el bardo oriotarra ofreció una vez más un gran concierto que dejaba una vez más claro que su último trabajo publicado (40 urtez ikasten egonak) era una mala versión de lo que son los directos de Benito. Con sus fallos y sus olvidos (se le fueron un par de letras y metió la pata en otro tema) supo animar durante más de dos horas la velada presentando temas del nuevo disco (alguno de ellos con buena pinta) y entonando un buen número de clásico que el público coreó al unísono: Baldorba, Zegatik utzi kantatzeari, Atarratzeko gazteluko kantua, Jaun Baruak, Zenbat gera, ...



4. Pekín 2008. Han sido unos juegos extraordinarios de principio a fin, con deportistas que han rayado a un nivel increíble y que nos dejan recuerdos imborrables y nombres para la historia como Phelps, Bolt, Bekele y Dibaba, los pistards británicos, ... Una oportunidad única para inyectarse en vena espíritu olímpico. Nos vemos en Londres.

Pero todo esto es historia. Septiembre ha entrado de sopetón, hasta con un punto de mala educación, despertándoso del dulce letargo agosteño. Cómo cantaba José Feliciano:

¿Qué será, qué será, que será?
¿Qué sera de mi vida, qué será?
Si sé mucho o no sé nada
ya mañana se vera,
y será, será lo que será.