miércoles, 23 de noviembre de 2011

Las manualidades no son para mí

Continuando con la saga iniciada hace tiempo bajo el título "La ciudad no es para mí" que tanta hilaridad provocó en el respetable, echemos un vistazo a otra de esas cosas que se supone vienen de serie con las personas, cosa que no ocurre en el caso de un servidor: las destrezas manuales.

Se preguntarán: ¿Cuál es el susedido en concreto? ¿Se ha vuelto a estropear la inducción? No, disfruto de una flamante cocina de la que salen buenos manjares. ¿Será el cambio de un enchufe? Tampoco, una cosa es que me autodeclare torpe y otra que se me acuse de no distinguir la fase del neutro (¡qué grandes clases de "electrocución en la vivienda!). Hablo de algo mucho más sencillo a priori y que seguro todos ustedes han hecho alguna vez: cambiar una rueda pinchada en el coche.

En una situación de éstas es cuando uno se da cuenta de que el aprendizaje verdadero se demuestra en base a las competencias que se han adquirido (perdón, pero aquí me sale la vena docente y el síndrome Bolonia). Debería ser obligatorio cuando nos disponemos a obtener el permiso de conducir además del teórico y el práctico, una parte de mantenimiento del vehículo, porque si no se puede tornar todo complicado.

En primer lugar, hay que localizar la rueda de repuesto y el gato. Esto es sencillo, salvo que la rosca que sujeta dicho neumático de socorro lo haya apretado Hulk Hogan, que nos obliga ya a la primera sudada.

En segundo lugar, aflojar ligeramente las tornillos de la rueda pinchada mediante la llave dispuesta a tal efecto en el vehículo. ¡Caramba! No encaja la boca de la llave en los vasos de la rueda. ¡Mecagüen la ensaladilla rusa! Voy a ser yo el tonto al que le han metido la llave equivocada. Pues no, es que los tornillos llevan unos embellecedores estupendos más parecidos a los tornillos reales que las figuras del museo de cera a su original de carne y hueso. Una vez solventado el percance que provoca otro goterón cayendo por la frente y remover Roma con Santiago entre los dueños del mismo modelo de coche, se aflojan los tornillos.

Tercer y crucial paso: la colocación del gato. Primero de todo ¿a quién se le ocurrió llamarlo gato? Mira que es bonita la definición de la RAE (Máquina compuesta de un engranaje de piñón y cremallera, con un trinquete de seguridad, que sirve para levantar grandes pesos a poca altura. También se hace con una tuerca y un husillo). ¿No se merecía otro nombre? Sea como fuere, la cuestión se centra ahora en el paso donde peligra la vida del artista ¿dónde hay que colocar el chisme levantador? Hay una koxka fácimente localizable delante de la rueda es lo que dicen expertos y libros de instrucciones. Claro, fácilmente es relativo; una integral triple se puede resolver fácilmente, si sabes cómo se resuelven integrales triples. Pero bueno, se encuentro el sitio adecuado y se levana el coche... ¡CUIDADO! ¿HAS PUESTO EL FRENO DE MANO?

Por eso, visto lo visto, esto deberían ser prácticas obligatorias, aunque bien pensado sólo imaginar el palo que podrían meter las autoescuelas por este servicio casi es preferible enfretarse al destino cuando llegue el momento.

Por cierto, la rueda me la cambió un amigo.

El cierre del post de hoy es de una obviedad terrible. Conociendo el gusto musical de quien les habla, y para rememorar los tiempos de ese gran dúo, "La Vasco-Aragonesa", que dejó huella por los karaokes y otros lugares de Bilbao en las duras noches universitarias, traemos a esta plaza a uno de los grandes que nos canta algo relacionado con el personaje felino del día: Roberto Carlos y "El gato en la oscuridad" (o "El gato que está triste y azul" para los amigos).


2 comentarios:

Borja dijo...

:) Donde esté un buen perro que se quiten los gatos.

Borja dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.