lunes, 14 de julio de 2008

Decíamos ayer

Comenzamos en esta noche estrellada que pone fin a la Fête Nationales con aquello que dijo Fray Luis de León tras haber pasado cuatro años en prisión por obra y gracia de la Santa Inquisición, "Decíamos ayer..." (por cierto, que parece que esto es otra de las historietas que se han convertido en mitos consentidos con el paso del tiempo para que culturetas relamidos las empleen en sus foros de expresión).

Y cierto es que ha pasado mucho tiempo desde la última vez que asomábamos por esta ventanita, y además, la última intervención había tenido un sabor amargo a hiel revenida. Quizás por eso este tiempo prudencial que nos hemos tomado durante el cual hemos emprendido unas cuantas huidas hacia adelante de incierto resultado.

Sea como fuere se han ido estos tres meses con más sombras que luces, y es que al igual que pasa con los toros, últimamente anda mucha alimaña suelta que ni siquiera permite hacer una faena de apaño a los toreros que como servidor, no andan servidos de calidad pero tienen afán.

Lo mejor de estos dos meses ha estado como siempre en el terruño del Bidasoa allá por finales de junio, ahí donde no existen no ya frailes y moscas que decía don Pío, sino que no existen móviles ni hojas de cálculo (aunque casi se me amarguen las fiestas), reuniones ni cargas, ...

Con todo mi cariño a todos aquellos de anchas miras a los que el mundo se les queda pequeño, al humilde servidor de ustedes el traje de Irun le queda mejor que cualquiera hecho a medida por los sastres, no me tira de manga ni de sisa, y el pantalon y la chaqueta resaltan mi esbelta figura. Y ese traje un 30 de junio junto con iruneses amantes de sus tradiciones chiquitas me queda, si cabe, un poquito mejor. No cambiaría esos momentos por nada del mundo: ni el Tu es Petrus de Eslava junto con otros 130 cantores, ni los huevos fritos recién levantado a las cuatro de la mañana, ni la mirada cómplice con mi madre pequeñita ella saliendo de entre la multitud que se ha echado a la calle para intentar hacerme una foto que no salga borrosa, ni la reunión con mi hermano y mi padre en la Iglesia, ni el paso de la bandera de Irun en la ermita del monte a los sones del Himno de San Marcia, ni la bajada de la calle Mayor por la tarde, ni el rompan filas con los pies reventados y el corazón encogido porque hay que esperar todo un año.

Regalo mi parte del mundo. Ya queda menos para el año que viene.

No hay comentarios: