viernes, 18 de julio de 2008

No hay que llegar primero, pero hay que saber llegar

Parece ser que más de uno y de dos no se han encontrado con el arriero de la canción y que siguen pensando que "saber llegar" sigue manteniendo la coletilla de "saber llegar de cualquier forma y a cualquier precio".


Todos pensábamos que, como decía Bob Dylan, los tiempos estaban cambiando en esto del ciclismo, que el dopaje podía pasar a ser algo residual y que incluso los ciclistas estaban siendo perseguidos dentro de una caza de brujas interminable por parte de las autoridades francesas. Sin embargo, la cruda realidad nos regala un nuevo sopapo a todos aquellos amantes del deporte de las dos ruedas con el agravante de que, como hace diez años, vuelven a salir en tromba nombres de medicamentos y pociones mágicas que nos revelan que sigue existiendo todo un entramado mafioso de venta de sustancias dopantes aquí, allá y acullá.


Es la eterna lucha del ladrón contra el policía, el hacker contra el programador, los descargadores contra la SGAE, el hombre contra el hombre, con el perjuicio añadido de que cada uno de los escándalos supone echar atrás a un buen número de patrocinadores y desprestegiar la imagen de por sí bastante deteriorada de un colectivo que jamás ha sabido a qué jugaba en todo este mundo.


Si querían dar alas a los que se pirran por matar al ciclismo, lo han bordado. No hay más que oír y leer a todos los que no han hecho caso ni al Giro ni al Tour hasta que ha sucedido lo que ha sucedido; a todos los que le han dedicado una portada tras otra y una hora de radio/televisión tras otra durante dos meses al fichaje de cierto astro portugués del balón. La excusa está servida porque el doping en el ciclismo es noticia pero el ciclismo sin dopaje ya no lo es. Ahora correran ríos de tinta y litros de saliva, de los que sólo la milésima parte nos recordarán la hazaña de Fede Etxabe en Alpe d'Huez en 1987 o cómo Indurain dejo clavado a Lemond en la llegada Luz Ardiden 1990 como algo premonitorios de lo que vendría después. Pero eso no le importa ya a nadie.

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